Sin rodeos les confieso –aunque poco de confesión tiene– que
yo soy un fanático de Rob Zombie. Toda la obra del muchacho me fascina y hasta
inspira, desde su música hasta sus películas. Ahora, esto no quiere decir que,
particularmente en éste último aspecto, sea necesariamente muy grandioso. Creo
que la cinematografía de Rob Zombie o te gusta o no te gusta, sin darle más
vueltas; no deja a nadie con indiferencia. Tras haber incursionado en el
universo de John Carpenter, dirigiendo y escribiendo el remake y la consecuente
secuela de Halloween, Zombie creó The Lords of Salem; probablemente la única película
capaz de dejar indiferente a uno, dado que era harto distinta a sus anteriores
producciones. No obstante, tras eso prometió retornar a sus raíces, y entonces
salió 31.
- Dirección y Guión: Rob Zombie.
- Elenco: Sheri Moon Zombie; Meg Foster; Malcolm McDowell; Richard Brake
- Duración: 102 minutos.
La premisa es (muy) simple: un grupo
de amigos que viaja por una desértica carretera yankee son raptados por unos
loquitos que los encierran a enfrentarse a toda clase de asesinos. La
arquitectura narrativa es muy simple y lineal, funcionando casi como un
videojuego en donde tenés que derrotar a los bosses (jefes) para avanzar al siguiente
nivel. Y si bien a través de la hora y media de metraje hay leves atisbos de un
guión más elaborado, se queda en eso, en superfluas insinuaciones que no
conllevan a nada en lo absoluto, y el film termina sin ni siquiera explorar las
motivaciones de la mayoría de sus personajes. Las acciones dramáticas
simplemente pasan, una detrás de otra, desarrollándose a través de escenarios
en parte monótonos –uno presume que por la falta de presupuesto– con algún que
otro set copado, dotados en parte de la maestría de Zombie para esta área. ¿El
gore prometido? Nos lo deben, ya que el corte mostrado está lacerado en una
molesta censura que poco y nada nos revela; eso, combinado a la falta de
creatividad del film en general, deja un sabor un tanto agrio en la boca del
espectador. Porque, de nuevo, si bien Rob Zombie no es un excelso cineasta,
siempre fue un placer –al menos para quien les habla– el ver sus películas que
rinden culto al terror del siglo XX; pero acá no nos da mucho para
alimentarnos. En su film que, si querés gore, no te lo da y, si querés trama,
tampoco te la da.
Pero no todo es tan sombrío. Tiene sus aspectos interesantes, como la actuación de Richard Brake, como Doom-Head, que de manera instantánea se sube al podio de los mejores personajes de Rob Zombie. El monólogo que da al inicio del film es de las partes más entretenidas, y su reaparición levanta el ritmo de la película gracias al carisma que desprende su sádica, pero –en cierta forma– simpática, actuación. Otra actuación a la altura de nombrar es la de la veterana Meg Foster; y sí, Malcolm McDowell aparece de nuevo en una película de Rob Zombie aunque su rol acá, si bien llamativo –especialmente por el aspecto renacentista de su vestimenta –, queda en nada.
Destaco también la fotografía, en grandes rasgos la más
linda dentro de la cinematografía de Zombie. Traigo a flote también algunos
aspectos llamativos de la edición, como el hecho de congelar fotogramas a modo
de realizar el pasaje a otra escena, dándole al film un aspecto pseudo-cómic.
La banda sonora original de la
película peca por todos lados, a pesar de estar a cargo del mismo Rob Zombie,
John 5 y otros más. No hace eco ninguna sola canción, lamentablemente. Después,
si existe la elección de alguna que otra pieza amena para los oídos, incluyendo
una canción de Aerosmith.
A fin de cuentas, no pasa de ser una
película en exclusivo recomendada para los seguidores del cineasta y,
esperemos, que tarde o temprano saquen la versión sin censura.

Escritor en ratos libres. Gamer por la noche. Cineasta en el futuro.
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