“Vamos a conquistar este
yermo, no nos va a consumir.”
The Witch: A New England Folktale (La Bruja) ha sido adulada por muchos como un film de terror sin igual, como
que llega a la salas del 2016 para imponerse ante la sonsera reciente del
género. Incluso el “Satanic Temple” –sí, existe eso– la constató como una “impresionante
presentación de la visión Satánica que va a informar discusiones contemporáneas
de la experiencia religiosa”. Ahora, lo que certeramente hay que apuntar acerca
de la película es que se trata de una obra muy cerebral; no es tan grotesca en
cuanto a imágenes, sino más bien puntual. Muestra lo justo y necesario, dando a
entender muy bien sus intenciones. Sin adelantar en demasía, les puedo contar
que The Witch relata las lúgubres vivencias de una familia inglesa del siglo
XVII. Y sí, tiene que ver con la brujería que tanto nos hostigaba a los humanos
por ese entonces.
Ya de
entrada resulta llamativa la relación de aspecto que se eligió para contar la
historia, con un lente que otorga mucha mayor dimensión en el sentido vertical
lo cual, en palabras de Jarin Blaschke (Director de Fotografía) “se siente más
eterno –la relación de aspecto– (…) se sentía correcto. También era beneficioso
para volver a la casa un tanto más claustrofóbica y también enseñar más altura
de los árboles cerniéndose sobre los personajes.” Para ensamblar todos estos
planos, Jarin eligió también dependerse mucho de la luz natural, de un cielo
sombrío en donde el sol parece haber muerto; por lo tanto, constantemente nos
vemos embargados por imágenes que, dotadas de un ajustado campo de profundidad,
acucian al espectador.
El film tiene un trepidante inicio y luego
descansa, construyendo atmósfera, gradualmente doblegando su apuesta, y
urgiéndonos distintas sensaciones. Y entre sus planos fijos y su sobria
iluminación, también hay lugar para una precisa manipulación sonora que hostiga
el oído, advirtiéndonos de peligro. Es un film que mayormente se reposa en la
fuerza de los planos cerrados pero, los planos abiertos, contemplando al bosque
desde afuera, más la musicalización, ciertamente enervan. Después de todo,
resulta prácticamente un hecho que sin un correcto empleo del sonido, la imagen
pierde fuerza, se pincha, y esto es especialmente imperativo en el género del
terror. Esto, por suerte, no sucede acá, y hasta el silencio provoca tensión.
Siendo una trama poblada de infantes, uno aguardaría
temeroso de que la actuación de alguno de estos fuese a patinar,
inintencionadamente ensuciando la obra; afortunadamente, esto tampoco tiene
lugar. Los niños actúan de manera adecuada, acompañados por la tutela de Ralph
Ineson y Kate Dickie, ambos quienes aparecieron previamente en Game of Thrones,
aunque fuese por un breve período.
La película no dura mucho; de hecho, no traspasa la hora y media de duración, lo cual resulta un tanto llamativo hoy en día. Se trata de un relato puramente psicológico cuya longitud es la apropiada y, redondeando, un fructífero debut en largo para Robert Eggers, que ejerció tanto como director como único guionista. Al finalizar la cinta, un fundido negro nos reza un texto, el cual esclarece que los diálogos fueron adoptados directamente de la época en la cual la historia se basa, y a Eggers prácticamente no le tembló el pulso, ya que The Witch toca e insinúa distintos y polémicos puertos. Véanla, no es la octava maravilla aunque tampoco depende del anticuado jump scare para lograr su objetivo.
La película no dura mucho; de hecho, no traspasa la hora y media de duración, lo cual resulta un tanto llamativo hoy en día. Se trata de un relato puramente psicológico cuya longitud es la apropiada y, redondeando, un fructífero debut en largo para Robert Eggers, que ejerció tanto como director como único guionista. Al finalizar la cinta, un fundido negro nos reza un texto, el cual esclarece que los diálogos fueron adoptados directamente de la época en la cual la historia se basa, y a Eggers prácticamente no le tembló el pulso, ya que The Witch toca e insinúa distintos y polémicos puertos. Véanla, no es la octava maravilla aunque tampoco depende del anticuado jump scare para lograr su objetivo.

Escritor en ratos libres. Gamer por la noche. Cineasta en el futuro.
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