Desarrollador: Warcave
Distribuidora: Warcave
Lanzamiento: 25 de marzo de 2021
Plataforma: PC, PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox One, Xbox Series, Nintendo Switch
Análisis basado en una copia digital para Steam facilitada por Warcave
Para que un juego de estrategia y combates por turnos destaque en estos días tiene que hacer algo realmente especial. Con el lanzamiento de XCOM: Enemy Unknown, Firaxis puso la vara muy alta y esta solo fue superada por la posterior llegada de XCOM 2. Si bien es cierto que hubo propuestas que lograron llamar la atención de los fanáticos de la estrategia por diversos aspectos, como por ejemplo Gears Tactics o el mismísimo Phoenix Point, ninguno de estos juegos pudo mover al rey de su trono.
Con XCOM 2 como gran referente, es muy fácil que hoy día las nuevas propuestas pertenecientes a este género se pierdan en el limbo, si es que no ofrecen algo que los haga especialmente atractivos. Y ¿Qué más atractivo que un juego con combates tácticos ambientado en un oscuro escenario de fantasía inspirado en el siglo XVII que de algún modo remite a Bloodborne? Siendo sincero, no necesité mucho más que eso para que Black Legend tuviera toda mi atención.
Black Legend es un juego que se cimienta en esta combinación ganadora que mezcla estrategia por turnos y elementos RPG. El desarrollo de Warcave, además de contar con un setting muy llamativo, propone un par de ideas interesantes en su sistema de combate basado en la alquimia y en la posibilidad de escoger, mezclar e intercambiar entre más de una docena de clases de personaje mediante un sistema que recuerda al Job System de Final Fantasy Tactics. Sin embargo, una vez finalizada la campaña (La cual me ha costado mucho terminar), no puedo ocultar la sensación de haber estado frente a un proyecto ambicioso en su concepto, pero decepcionante en la realización.
Para ponerlos un poco en contexto, Black Legend nos transporta a Grant, una ciudad que ha caído en desgracia debido a un ser llamado Mephisto (sí, como el de las leyendas de Fausto) quien se reveló contra la ciudad, desatando una espesa niebla que volvió loca a la mayoría de la población. Debido a ello, muchos de los ciudadanos se desquiciaron y fueron atraídos al lado de Mephisto, formando un culto en su nombre. La suerte no fue mucho mejor para aquellos que no se volvieron locos debido a que fueron asesinados por las hordas de sectarios sedientos de sangre que ahora deambulan por las calles de Grant. Con el caos reinando en la ciudad, la única esperanza de poner fin a esta situación recae en un pequeño grupo de mercenarios (que seríamos nosotros), quienes llegan a la ciudad listos para eliminar la fuente de la niebla mágica y restaurar el orden.
Algo que me llamó la atención, es que el juego nos permite personalizar a NUESTRO personaje –y hago énfasis en nuestro- que se supone, es alguien condenado por crímenes contra el rey que debe embarcarse en esta misión suicida para conseguir un indulto real. Lo extraño es que por algún motivo que no he podido descifrar, no llegamos solos a Grant, sino que lo hacemos acompañado de tres mercenarios más, por lo que ahora nuestro se convierte en nuestros. Y si se preguntan quiénes son esas personas y porqué están ahí con nosotros, sepan que son preguntas que jamás obtendrán respuesta ¿Está claro? (Lo siento, pero me vi en la obligación de hacer este gag). Bromas aparte, este pequeño “gran” detalle, me pareció un descuido bastante grosero por parte de sus responsables, porque de haber dotado a estos personajes de un trasfondo, habría aportado su granito de arena en aras de construir una narrativa más sólida.
Al margen de ello, nuestros héroes no estarán del todo solos en su viaje y podrán contar con la inestimable ayuda del gremio de comerciantes: Un pequeño reducto de personas cuerdas que nos permitirán usar su base –un pequeño patio de 2 x 2- como refugio. El líder del gremio, Johan, será nuestro principal punto de referencia y es de él que recibiremos los objetivos a cumplir. Siendo sincero, no sentí que esta gente me ayudara en absoluto porque lo único que hicieron fue encomendarme diferentes tareas y ofrecerme la posibilidad de comprar algunos ítems. Que por cierto, ni falta me hizo comprar nada porque explorando la ciudad encontré todo lo que necesitaba para sobrevivir.
Hablando de exploración, Black Legend nos permite recorrer Grant como si de una aventura en tercera persona se tratase. La ciudad está compuesta por varios distritos, aunque no hay demasiada diferencia entre unos y otros. En este sentido, la falta de variedad de entornos, sumada a una dirección artística poco inspirada, me hicieron sentir que se había desaprovechado una gran oportunidad. A ver, tampoco me voy a poner exigente con un estudio que tiene un presupuesto acotado, pero esas vibras a Bloodborne desaparecieron al poco de comenzar la aventura. Lo que me duele –por decirlo de algún modo- es que otras producciones indies han logrado destacar desde un punto de vista artístico de formas que Black Legend simplemente no consigue.
Si dedicamos tiempo a explorar, eventualmente nos encontraremos con otros NPC a los que podremos ayudar y posteriormente reclutar para nuestro equipo. Cabe acotar que podemos traer un máximo de cuatro mercenarios a la vez, incluido el protagonista, y que generalmente estos personajes serán de nivel uno, por lo que no hay un incentivo real para contar con sus servicios. También hay otros NPC’s con los que podremos interactuar golpeando las puertas de determinadas viviendas de la ciudad. Estos personajes nos dedicarán algunas líneas, las cuales no siempre serán lúcidas, y en ocasiones nos encomendarán algunas misiones secundarias. Este elemento, combinado con un entorno urbano de rasgos oscuros, góticos y decadentes, es lo que más me recordó a Bloodborne pero, como remarcaba en el párrafo anterior, Black Legend se queda muy corto construyendo su atmósfera.
Lamentablemente la exploración no es muy satisfactoria y hay pocas cosas que hacer en Grant. Además de los cultistas que pueblan las calles, solo hay unos pocos cofres llenos de dinero, armas, armaduras u otros objetos. En este aspecto debo hacer un gran reclamo por la ausencia de un minimapa, o al menos de un mapa general que se pudiera consultar desde algún tipo de menú. Y algo que me cabreó mucho, es que pasar de un distrito a otro implica una pantalla de carga, lo cual no sería un problema si las misiones no fueran más que búsquedas banales que consistan en ir y venir, una, y otra, y otra vez, por los mismos lugares, solo para recoger o entregar algún objeto en concreto. Sin embargo, lo que más llegó a irritarme es que hay un sistema de viajes rápidos, pero estos se desbloquean en una etapa avanzada del juego, momento para el cual ya estaba cansado de ser el “che pibe de entre los che pibes”.
De cualquier modo, uno podría fácilmente hacer la vista gorda a estos defectos y dejarlos en un segundo plano si, en general, Black Legend resultara atractivo por sus otras virtudes. Desafortunadamente ni siquiera el elemento más importante en la fórmula del juego, el combate, llega a ser un punto a destacar. Durante la exploración de Grant podremos encontrarnos con algunas patrullas de enemigos que deambulan por las calles de la ciudad, y si entramos en su campo de visión nos vemos obligados a pasar a la acción.
Al inicio de cada batalla se nos da la posibilidad de desplegar a nuestros aventureros en el mapa, con el objeto de posicionarlos de forma tal que obtengamos una pequeña ventaja para enfrentar a los enemigos. Una vez se lleva a cabo dicha acción, cada personaje puede realizar sus propios movimientos, gastando puntos para moverse y otros para realizar ataques o usar habilidades especiales, las cuales pueden causar estados negativos como envenenamiento, sangrado o quemaduras. También podemos usar el posicionamiento a nuestro favor, golpeando a los objetivos en los flancos o por la espalda, lo que hará que los ataques causen más daño.
La mecánica de juego es bastante básica pero, como destaqué al comienzo del análisis, hay una novedad: La alquimia. Esto juega un papel bastante importante no solo en la ambientación, sino también en el combate. Además de ocasionar daños, las habilidades especiales provocarán un cambio en los compuestos alquímicos de nuestros objetivos. Estos estados de humor (así lo define el juego) están representados por cuatro colores -rojo, amarillo, blanco y negro- y se irán acumulando en los enemigos pudiendo ser posteriormente catalizados mediante golpes catalizadores (valga la redundancia) que duplicarán o triplicaran el daño. Dicha mecánica termina por convertirse en una de las bases fundamentales para lograr superar con éxito un combate ¡Pero cuidado! Esto también lo pueden hacer nuestros enemigos, haciendo que el triunfo esté separado de la derrota por tan solo unos colores.
Suena interesante ¿Verdad que sí? Sin embargo, el resultado no es del todo convincente por dos factores. Primero que todos los ataques se sienten exactamente iguales. No hay un feedback notorio entre usar una habilidad u otra, por mucho que el nombre y su descripción se empeñen en hacernos creer lo contrario y, además, se siente igual golpear con un hacha de dos manos que con una daga, o disparar con una ballesta que con un fusil. El segundo factor, es que los enfrentamientos se vuelven muy repetitivos con bastante rapidez, al punto de que llegan a aburrir. En mi experiencia llegó un momento en que no quería pelear más y creo que eso también se vio acentuado debido a la falta de desafío, como de bestiario.
Por si esto fuera poco, tampoco sirve de mucho ubicar a nuestros hombres en posiciones “estratégicas” ya que no hay ningún tipo de incentivo. Es decir, da igual si un arquero dispara desde la altura porque no va a causar más daño o a tener más precisión. De hecho, en Black Legend no hay posibilidad de fallo y puede que resulte loco esto que voy a decir, pero he llegado a extrañar esas pifias con 95% de probabilidad de acierto que tantas broncas me hizo dar jugando a XCOM. Por lo tanto, si consideramos que las peleas son el núcleo fundamental del juego, estos no son defectos menores.
En cuanto al citado Job System, bueno, hay algunas ideas interesantes, entre las que se incluye un buen número de clases, las cuales se desbloquearán gracias a las armas que encontremos. Cada clase cuenta con sus características particulares y hará que los personajes sean propensos a usar cierto tipo de equipamiento. Además, las clases pueden cambiarse en cualquier momento sin penalización alguna, e incluso es posible activar hasta tres habilidades cruzadas, es decir, aquellas que el personaje en cuestión haya aprendido con anterioridad en sus otros oficios. Esta mecánica es interesante porque permite crear combinaciones únicas, aunque me fue inevitable sentir que el sistema carece de profundidad y está estrictamente limitado al equipo. Incluso la subida de nivel es automática, escalando los stats del personaje según la clase y sin que uno como jugador pueda decidir siquiera como distribuir puntos en alguno de los cinco atributos principales.
Lo cierto es que en Black Legend no hay decisión alguna que tomar. La totalidad del juego consiste en dar vueltas mientras cumplimos con los encargos que se nos asignan, pero nunca tendremos la posibilidad de intervenir para elegir cómo terminar una misión o tan siquiera dialogar. Tal es así que nuestro personaje no tiene diálogo, está completamente mudo. Ahora que lo pienso, en realidad si hay una y solo una decisión que tomar: Elegir uno de los dos posibles finales de la aventura. Solo puedo concluir con que, ninguno de los dos me resultó satisfactorio.
Lo bueno:
- La ambientación remite en cierto modo a Bloodborne.
- Hasta cierto punto, el sistema de clases.
- La mecánica de combate basada en la alquimia es original.
Lo malo:
- Una gran idea en conjunto pero totalmente desaprovechada.
- Pasadas unas horas los combates se vuelven aburridos y repetitivos.
- El diseño de las misiones.
- Historia extremadamente lineal y poco interesante.
- El sistema de clases carece de profundidad.
Nota Final:
4
Malo
Malo
ESCRITO POR
Viejo Frank
Amante de los juegos, las series, películas y cómics... ¡Y del maldito rock n roll! Si no está jugando, está tocando su bateria.
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