Análisis: Dying Light 2 Stay Human — La senda del peregrino que vale la pena recorrer, entre parkour y zombis


Dying Light 2 Stay Human es un videojuego de acción y aventura en un mundo abierto con zombis con el que Techland garantiza mejorar la formula del lanzamiento original.
Calificación:


Desarrollador: Techland
Distribuidora:  Techland
Lanzamiento: 4 de febrero de 2022
Plataforma: PC (Steam), PlayStation 4/5, Xbox One / Series S-X

Análisis basado en una copia digital para Steam facilitada por Techland

Dying Light es un juego que supo amasar una enorme cantidad de fans con el tiempo. El secreto de Techland fue brindarle soporte al título no solo por meses sino por años. Lanzado originalmente en 2016, la primera versión de Dying Light no tenía ni la mitad del contenido que tiene el juego hoy en día: tras varios DLCs, contenido gratuito y una expansión enorme que cambia las reglas de juego (The Following), el primer juego de esta franquicia supo aprender de sus errores y darles a los fans cada vez más razones para volver a practicar parkour en los techos de Harran, matando zombis en el camino. 

Techland hizo bien la tarea y, por esto, no sorprende que Dying Light 2 sea uno de los juegos más esperados del año –el más esperado en Steam–. Hoy nos toca analizar esta secuela, el regreso de la aventura zombi más adrenalínica de todas. Dying Light 2: Stay Human pisa el acelerador y nos trae una fórmula parecida a la del original, pero con más esteroides, más parkour, una narrativa más atractiva y más razones para no poder soltar el control. La ciudad de Villedor nos espera.


Dying Light 2 comienza cuando Aiden llega a Villedor en busca de su hermana perdida, a quien no ve hace años. Nuestro protagonista pertenece a un grupo llamado The Pilgrims y es, en efecto, un peregrino. Deambulo más de 2000 kilómetros por el mundo postapocalíptico y ahora regresa, luego de año, a una urbe organizada. Esta secuela se sitúa 20 años después de los acontecimientos del primer juego y el paso del tiempo se nota en la ambientación y en la historia que nos quiere contar Techland esta vez. Villedor es una ciudad que vive junto a la infección: los zombis y el virus son parte del día a día; la sociedad ya está más organizada y nos mezclaremos con los lugareños para intentar encajar en la vida de ciudad. Cómo encajamos es lo que decidimos nosotros.

La historia de Dying Light 2 nos llevará a tomar distintas decisiones que no solo impactarán en los acontecimientos que veremos a continuación y en el destino de los demás personajes, sino que tiene injerencia directa en el mundo abierto. La ciudad de Villedor está dividida en distritos y conoceremos a las distintas facciones o grupos que los controlan. Como Aiden podremos elegir de qué lado queremos estar. Al comienzo del juego conoceremos a los Supervivientes, un grupo que quiere reconstruir la civilización y que se nuclea en El Bazaar, el centro de las primeras misiones del juego. A medida que avancemos en la trama, conoceremos a los Peacekeepers, un grupo militarizado que ha tomado el control de algunas zonas de la ciudad a pura fuerza bruta y que no se llevan bien con los Supervivientes.


Como es de esperarse, Aiden termina en el medio del conflicto y es ahí cuando nos toca decidir, por ejemplo, qué facción toma control de un distrito determinado. Esta mecánica de Alineamiento de la Ciudad hace que la configuración de la ciudad cambie. Al tomar una decisión, sabemos que, si elegimos a una facción determinada, aparecerán nuevas estructuras como tirolinas, pero si elegimos a otra, el beneficio que nos toca serán trampas para contener mejor a los zombis. 

Entonces, las decisiones que tomamos en la historia impactan en un nivel narrativo profundo y también llevan a que mute el gameplay. Como es de esperarse, al tomar una decisión, el final y la historia cambian, el eje más obvio de cualquier videojuego rolero con elecciones. Pero, Dying Light 2 se anima a ir un poco más allá y nos trae hasta misiones secundarias que están directamente ligadas a la trama principal –o sea que no son tan secundarias– y que la forma que elijamos de resolverlas tendrá efecto directo en los personajes y en sus destinos. También pondremos en la balanza nuestros propios intereses (recuerden que Aiden está buscando a la hermana), de modo que a la hora de elegir quién nos cae bien y quién nos cae mal, hay mucho para tener en cuenta y eso habla bien del diseño narrativo del juego y de lo dinámico que es el mundo abierto y cómo muta de acuerdo a nuestras decisiones. 

Por todo lo anterior, Dying Light 2 es un juego más rolero y aunque no tenemos un guion al nivel de los juegos de Obsidian o de Disco Elysium, si se nota el trabajo de Techland para que sus personajes y su mundo nos importen. Y, de hecho, lo consiguen. Las personas que nos topamos en Villedor tienen más carisma y una impronta más humana que las que vimos en el primer juego y Aiden es un tipo más comprometido con la ciudad. El resultado es que no nos sentimos un simple recadero. En Dying Light 2 muchas misiones nos van a atrapar y vamos a dudar cuando nos enfrentamos ante un dilema: las decisiones que vamos a tomar no son tan obvias y, al final del día, nos vamos a sorprender con lo mucho que podemos llegar a involucrarnos en la historia y su mundo. En otras palabras, es una historia con todo lo que ya vimos en el género zombi, pero bien contada, en la que nuestras decisiones importan.


El mundo abierto de Dying Light 2 es una ciudad con un montón de actividades y el diseño de misiones está planeado para que las misiones de la historia principal sirvan de tutorial a todo lo que ofrece el mapa. Ojo con esto, que no estoy usando la palabra tutorial de forma peyorativa. De hecho, me parece una decisión de diseño acertada: a medida que avanzamos en la historia desbloqueamos estructuras, mecánicas y formas de “conquistar el territorio”. En este sentido, la ruta principal no se siente como una excusa o “una misión más”, como sucede en juegos como Skyrim, donde las misiones principales no son nada en comparación a lo secundario. En Dying Light 2 nos dan una historia más atrapante que en el primer juego que nos atrapa y nos recompensa con conocimiento sobre el mundo, y hasta nos incentiva a probar actividades secundarias que se van desbloqueando cuando progresamos. Para cuando terminemos, nos quedará un mundo abierto enorme, con profundidad horizontal y vertical, para explorar a puro parkour, con tirolinas o con nuestra paravela en los distritos de más altura.

Esta secuela parte de las bases del primer Dying Light, pero aplica mayor variedad y nos da muchas más excusas para dejarnos atrapar por su mundo. En Villedor vamos a encontrar muchas áreas secretas y secundarias para explorar, desafíos de parkour, campamentos enemigos para conquistar, zonas infectadas para lootear, desafíos extras que solo se pueden hacer de noche, misiones secundarias de todo tipo (con combate o más enfocadas en la exploración) y molinos para escalar y expandir las zonas seguras. Y estas son solo algunas de las actividades, la realidad es que vamos a llevar decenas de horas en el juego y vamos a seguir descubriendo cosas nuevas.


El ciclo de día/noche regresa y ahora se le da más importancia a la oscuridad gracias a la mecánica de infección. Aiden está infectado y es especialmente sensible a la oscuridad. Si pasamos mucho tiempo en zonas sin luz o a la intemperie durante la noche, vamos a perder inmunidad. A medida que el virus avanza en nuestro organismo, perderemos vitalidad y stamina, es decir, si no monitoreamos la inmunidad, terminaremos con una muerte segura. El indicador aparece en la pantalla como un cronómetro. Al comienzo del juego, Aiden no tolera más que 5-6 minutos en la oscuridad y deberemos encontrar unos inhibidores para fortalecer el indicador. Esto se traduce a que no vamos a poder hacer las misiones nocturnas más complicadas hasta que hayamos fortalecido a Aiden en todo sentido.

Y ya que lo menciono, les cuento que vuelve el desarrollo de personaje como en la primera entrega, con un árbol de habilidades para el parkour y otro para el combate. Vamos a ir consiguiendo puntos de habilidad al terminar misiones, pero también al combatir y al explorar al más puro estilo parkour. Las habilidades a desbloquear son muchísimas y esto puede hacer que la progresión se sienta algo lenta. Al comienzo Aiden es un poco tosco para pelear, pero esto ira mejorando a medida que reforcemos sus puntos de combate y también de parkour, ya que el combate acrobático en Dying Light 2 tiene una profundidad mucho mayor que en la primera entrega.


De hecho, el parkour sigue siendo la estrella de la fórmula y es notable el avance con respecto al primer juego. No solo a nivel técnico, ya que Techland trae muchas más animaciones, físicas y colisiones que hacen que la travesía por los techos junto a Aiden se sienta increíble, sino también por las habilidades que se pueden desbloquear y lo mucho que se puede explotar el sistema. Explorar los rincones de Villedor es un gran puzzle de parkour y nosotros iremos encontrándole la vuelta a nuestro estilo para poder llegar a las puntas más altas de los rascacielos del centro o a esos pequeños rincones que se ven entre los techos medievales de Old Villedor. Al final terminaremos caminando por las paredes, subiéndonos a los zombis a caballito o usándolos de amortiguador en una caída. El límite en el sistema de parkour de Dying Light 2 es la imaginación y la sensación de libertad que nos da esta aventura es única. Lo que vimos en el original, elevado en varias potencias.

El único punto negativo que le veo a la experiencia en sí es que hay que tener paciencia en las primeras horas porque Aiden todavía no tiene ni la inmunidad ni las habilidades que vamos a necesitar para salir victoriosos de los desafíos que encontremos por el mapa. Hay que grindear un poco. Como decía más arriba, Dying Light 2 no es un juego que nos desbloquee el mundo abierto de entrada, sino que tenemos que progresar en la historia principal para desbloquearlo. Esto no es Skyrim o Zelda Breath of the Wild, que te dan libertad completa desde el comienzo, pero tampoco es un juego de mundo abierto repetitivo y cansino como el primero, ni tiene actividades sosas que solo aportan horas de juego, sin sustancia, como sucede en Days Gone o en muchos juegos de Ubisoft.  Dying Light 2 es una aventura zombi que vale la pena ir descubriendo y desbloqueando, y por sobre todo, vale la pena perderse en su mundo. 


Desde el lado técnico, la versión de PC está muy bien optimizada. Tiene una opción de Upscaling nativa que funciona como el DLSS de NVIDIA, pero que se puede activar en cualquier GPU. Para que se den una idea, pudimos jugar el juego con un monitor 4K con una resolución 2160p escalada, usando una GPU NVIDIA GTX 1060 de 6GB. Gracias al Upscaling, que lo activamos en modo Calidad Media, el rendimiento conseguido en lo que respecta a framerate se acercó a los 60fps. Obvio que para conseguir 60fps o más de manera constante, lo ideal fue jugar en resolución 1080p con una placa como la que menciono. Sin dudas, la opción de Upscaling es un acierto. 

Hemos visto bugs en la carga de texturas y algunos errores de IA en los zombis, pero nada que rompa la experiencia y no sea usual en un juego de mundo abierto. Los años de retraso que tuvo el desarrollo le sentaron bien y Techland logra darnos un mundo abierto hermoso, desde el lado artístico también, dominado por la vegetación y el apocalipsis, reconquistado por una civilización que se siente creíble. El sonido está a la altura, al igual que las voces.


En definitiva, Dying Light 2 es una experiencia que mejora a la original en todo aspecto y se siente como una evolución natural. ¿Por qué cambiar la fórmula si ya funciona? Techland optó por mejorarla y desarrollarle músculo para hacer de la experiencia zombi-parkour una más ambiciosa, más atrapante y mucho más divertida y variada que la original. No es un juego de mundo abierto revolucionario como The Witcher 3 y otros que mencioné en esta nota, pero no necesita serlo tampoco. Villedor es un lugar donde vale la pena perderse. A mí ya me atraparon por muchísimas horas y estoy dispuesta a recorrer la senda del peregrino junto a Aiden por muchos kilómetros más. Y es que lo mejor de Dying Light 2 es eso, que no sentimos nunca que el viaje está por terminar, que no paramos de aprender cosas y que la historia principal es solo el comienzo de una travesía parkour de magnitud incalculable. ¿500 horas de juego? No lo sé, pero que esta aventura es enorme y muy difícil de soltar, eso se los puedo asegurar. 

Lo bueno: 
- El parkour, en todo sentido
- El diseño del mundo abierto, con libertad horizontal y vertical, y profundidad narrativa
- Los elementos roleros
- El impacto de las decisiones en la historia y el mundo, que terminan haciendo que nos enganche una historia que es "más de lo mismo"


Lo malo:
- Algunos bugs
- No trae nada necesariamente nuevo a la fórmula de mundos abiertos
- La progresión puede ser lenta: al comienzo del juego hay muchas cosas que no vamos a poder hacer hasta que mejoremos al personaje

Nota Final:

8.5
Muy bueno
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ESCRITO POR Florencia Orsetti

Editor in Chief y fundadora de SHD. Aficionada por el horror tanto en videojuegos como en cine y literatura, tiene varios años de experiencia en redacción periodística. Seguidora y promotora de videojuegos independientes.

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